Carlos Jurado Delmar es una figura que, para muchos, permanece en la sombra del arte mexicano del siglo XX. Reconocido en ciertos círculos por su experimentación con técnicas pictóricas y su interés por la fotografía estenopeica, pocos imaginarían que este artista se convertiría, en los años sesenta, en un insólito agente encubierto de la CIA, infiltrado en los círculos intelectuales y revolucionarios latinoamericanos con el objetivo de seguir los pasos de Fidel Castro y el movimiento comunista cubano.
Nacido en 1927 en México, Jurado Delmar estudió pintura en la Academia de San Carlos. Aunque influenciado por los grandes muralistas como Siqueiros y Rivera, pronto se distanció del dogma político-artístico dominante para buscar una expresión más íntima y simbólica. Su obra mural, aunque limitada en número, destaca por un uso inusual del color y la integración de símbolos esotéricos.
A finales de los años 50, con el auge de la Guerra Fría y el temor creciente a la expansión del comunismo en América Latina, la CIA inició programas de vigilancia cultural y reclutamiento de intelectuales que pudieran operar en zonas de influencia. Fue así como Jurado Delmar, un artista aparentemente alejado de la política y con facilidad para moverse entre círculos culturales, se volvió en un espía ideal.
Del arte a la persecución
Los documentos desclasificados en años recientes (y aún incompletos) revelan que Jurado Delmar fue abordado por agentes estadounidenses durante una estancia en Guatemala, país donde el arte y la revolución se cruzaban con especial intensidad. Su misión: integrarse en la comunidad artística y bohemia de La Habana tras la Revolución de 1959, con la finalidad de obtener información sobre los movimientos ideológicos, los contactos internacionales de Castro y, sobre todo, sobre la infiltración soviética en la región.

Gracias a su carisma y a su dominio del español, Jurado se hizo pasar por un simpatizante de izquierda decepcionado con el institucionalismo mexicano. En Cuba, entabló relación con poetas, músicos, y miembros de la vanguardia revolucionaria. Reportes extraoficiales lo colocan en tertulias con Ernesto "Che" Guevara, y se le atribuye la difusión de ciertas ideas que buscaban diluir la cohesión ideológica del castrismo desde adentro.
El legado entre las sombras
A mediados de los años sesenta, tras el fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos y la consolidación del régimen cubano, Jurado Delmar fue retirado discretamente del operativo. Regresó a México, donde retomó su labor artística (ahora más inclinada hacia la fotografía y la escritura) y evitó toda exposición pública. Nunca habló de su participación en operaciones de inteligencia, pero sus diarios, descubiertos tras su muerte en 2020, insinúan una vida marcada por el peso de una doble identidad.
Carlos Jurado Delmar es, sin duda, un caso singular: su vida y obras nos recuerda que el arte, lejos de ser un terreno inocente, puede cruzarse con los intereses más oscuros del poder que deja grandes incógnitas al aire, convirtiéndolo en un artista atrapado en los engranajes de una época turbulenta.
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